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¿Por qué el dolor nos deprime o nos llena de ansiedad?

Toda la información que recibe el cerebro del mundo exterior se obtiene por los sentidos y estas sensaciones las reciben los órganos respectivos, que están coordinaos por el cerebro. La parte del cerebro principalmente vinculada con el dolor es el sistema límbico, directamente relacionado con nuestros estados de ánimo.

Nuestro cerebro está continuamente procesando los mensajes de todo lo que sucede dentro y fuera de nuestro organismo.

Consta de diferentes partes que tienen distintas funciones, como el Neocortex, el cerebro límbico y el cerebro reptiliano, que se ocupan en conjunto de tres necesidades básicas: todas las personas necesitamos sentirnos seguros, conectados y satisfechos.

El cerebro límbico gobierna las emociones y tiene mucho que ver con la manera en que nos vinculamos con el entorno y con nuestros vínculos sociales. De allí es donde donde provienen las emociones como miedo, alegría, rabia, placer y dolor.

En otras palabras, esta parte del cerebro se ocupa de lo que nos produce aceptación o rechazo, ya que en este sistema emocional se evalúa todo como agradable o desagradable, y esto nos ayuda a determinar si nos sentimos positivos o negativos hacia algo, si nos gusta o nos disgusta, si estimamos que es bueno o malo para nosotros.

Es importante saber que un desequilibrio en este sistema conduce a estados de ansiedad y/o agresividad, depresiones severas y pérdida de memoria.


Traumas, estrés y memoria

El cerebro límbico tiene que ver con el almacenamiento de la memoria, que está relacionada con nuestro comportamiento en situaciones de estrés.

Hay dos áreas que son primordiales: la amígdala y el hipocampo, que son fundamentales para grabar, archivar y recordar los eventos traumáticos.

Cuando existe un desequilibrio en sus funciones provocado por algún trauma, volvemos a sentir las emociones una y otra vez y a repetir las imágenes asociadas como si el trauma no hubiera acabado y se siguiera repitiendo en el presente.

Cuando nos hemos visto desbordados por emociones fuertes se alteran nuestras funciones fisiológicas como la temperatura, la capacidad para comer y el sueño.


La química de las emociones Además, el cerebro límbico, a través del hipotálamo y la glándula pituitaria, controla el envío de hormonas a lo largo del cuerpo. Por ejemplo, cuando estamos estresados segrega cortisol y noradrenalin para poder movilizar la energía para la lucha-huida-congelación. Cuando tenemos un estrés continuado o hemos vivido un estrés postraumático o trauma se altera el funcionamiento de la reactividad del sistema límbico y podemos movernos en los extremos de la ansiedad o la depresión. Si mantenemos el organismo en modo alerta durante largos períodos de tiempo, puede resultar peligroso para nosotros, sobre todo porque cansamos al sistema inmune y esto nos hace enfermar. Encontrar una manera de llevar al límbico a un estado de equilibrio es crucial para nuestro bienestar. Todo trauma genera una alteración en nuestras emociones, podemos manifestar cambios de humor rápidos o podemos quedarnos en estados de ánimo ansiosos o depresivos continuados. Cuando se alteran nuestras emociones se alteran la química del cuerpo y, por el mismo principio, cuando se altera la química del cuerpo, se alteran nuestras emociones. El sistema inmune y las emociones Estar alegre, triste, preocupado, tener miedo desencadena la producción de neuropéptidos y neurotransmisores y estos a su vez afectan el sistema inmune. Debido a la relación entre el sistema nervioso y el sistema inmune, nuestras emociones afectan químicamente todo el cuerpo. Si sentimos que estamos atravesando un desequilibrio en nuestro sistema, podemos empezar por fomentar en nuestro día a día pensamientos y emociones positivas que contribuirán a la vuelta del equilibrio rumbo a una mejor calidad de vida.





Fuente: Cadarso Victoria. Domina tu voluntad. Editorial Palmyra. La Esfera de los Libros 2016. España

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